En un mundo que constantemente nos empuja a la inmediatez, a la rapidez, a la respuesta instantánea, detenerse a pensar mucho en algo puede parecer un defecto. 

La rumiación, ese proceso de darle vueltas a las cosas, de fijarse en cada detalle, de analizar una situación desde todos sus ángulos, suele asociarse con preocupación excesiva o ansiedad. Pero ¿y si también fuera una virtud? ¿Y si rumiar no fuera solo un obstáculo, sino una herramienta para mejorar en muchos aspectos de la vida?

Pensar mucho las cosas nos permite ver lo que otros no ven. Nos da la capacidad de profundizar, de encontrar matices, de cuidar los detalles. En el deporte, por ejemplo, la obsesión por la técnica, por cada movimiento, por cada pequeña corrección puede marcar la diferencia entre el estancamiento y la mejora constante. En la nutrición, ser meticuloso con lo que comes, entender los procesos de tu cuerpo, escuchar cada señal, puede ayudarte a encontrar un equilibrio más saludable y sostenible. En el descanso, ser consciente de la calidad del sueño, de los hábitos que lo afectan, de los ciclos que tu cuerpo necesita, puede marcar la diferencia en tu energía diaria.

Y más allá de lo físico, rumiar también nos hace más humanos. 

Pensar en lo que otros piensan de nosotros no tiene por qué ser solo un ejercicio de inseguridad; también puede ser un camino hacia la empatía. Nos ayuda a medir nuestras palabras, a cuidar nuestras acciones, a considerar cómo impactamos a los demás. Nos vuelve más atentos, más sensibles, más cercanos. Nos permite quedarnos con los pequeños detalles de las interacciones: un gesto, una mirada, una palabra dicha en el momento justo.

Claro, todo en exceso puede ser perjudicial. Rumiar sin dirección, perderse en un bucle de pensamientos sin llegar a ninguna conclusión, puede agotarnos. Pero cuando lo hacemos con intención, cuando usamos ese análisis como una herramienta para mejorar, para entendernos mejor y entender mejor el mundo, rumiar deja de ser un lastre y se convierte en una forma de crecer.

Así que quizás no debamos avergonzarnos de pensar demasiado. Quizás, en un mundo que valora la rapidez y la superficialidad, detenerse a rumiar sea un acto de profundidad, de amor propio y de atención a los demás. Porque en los detalles, en lo que otros pasan por alto, es donde muchas veces se encuentran las mejores respuestas.

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“Los diarios de Sara”, mi alter ego escritor que nació en un programa de radio.

No concibo una vida sin fuego para cocinar, libros que devorar y zapatillas para correr.

Mujer, polímata, soñadora, creativa y librepensadora.

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