
Menudo mes. Yo me bajo de la vida…!! pero solo un rato, porque la realidad es que me encanta.
Soy así, con la cabeza llena de ideas, de proyectos, de planes que me emocionan. Y me gusta. No lo cambiaría por nada. Pero este mes en concreto se ha alineado todo de una forma que ni planeado: el 6 de abril corro mi primera maratón, esta misma semana estoy organizando un congreso de farmacia a nivel europeo, y en tres semanas tengo mi primer trail de 120 kilómetros. Que se dice rápido.
Y no es solo eso. Estoy en Barcelona, viendo a todos mis amigos, manteniendo mi negocio en marcha, gestionando mi vida, mi casa, mis entrenamientos, mis emociones… Y me hace gracia, porque, aunque a veces pienso “¡Dios, que alguien me frene!”, en el fondo sé que, si alguien intentara pararme, me escaparía corriendo (literalmente).
El otro día quedé con una amiga para tomar algo y, como siempre…
— Esta semana a tope con el congreso, en nada tengo la maratón, y después el trail de 120 km. ¡Ou mama! Ah, y seguir con mi negocio, aprovechar que estoy en Barcelona para ver a todo el mundo…
Ella me miró con toda la calma del mundo, dio un sorbo a su café y me soltó:
—¿Pero tú duermes?
Y me entró la risa. Porque, claro, ¡tenía razón! No sé cómo lo hago, pero aquí estoy, sobreviviendo y disfrutando a partes iguales.
Hubo momentos en mi vida muchisimo mas ajetreados, en los que, además de todo lo que estoy haciendo ahora, estaba cuidando de mis padres cuando estaban en el hospital. O cuando me tocó hacer una mudanza sola y en plena pandemia. Y lo hacía. Lo sacaba adelante. No sé cómo, pero lo hacía.
Y ahora, con la mitad de cosas, a veces me encuentro en plan “wow, madre mía, por favor, que alguien venga y me abrace y me acaricie el pelo y me diga que todo va a ir bien”.
Supongo que simplemente es ese miedo de saber que en otras ocasiones me he visto saturada y no quiero llegar a ese punto. Que a veces las cosas salen mal aunque lo des todo, el miedo que a veces dan las experiencias!! Cuando cruzo esa línea, ya no lo disfruto. Antes no lo sabía, y ahora sí.
Para mi la clave está en priorizar, en elegir, en saber soltar. Pasito a pasito.
Pero por favor, que alguien me proponga pasar un día entero en casa viendo pelis y horneando un bizcocho. De verdad, me parece un planazo. Ponerme un jersey ancho y calentito, encender el horno, ver cómo sube la masa mientras la casa huele a vainilla y canela. Taparme con una manta y ver una peli sin mirar el reloj, sin pensar en qué viene después.
Sé que en unos días todo volverá a la normalidad. Pero ahora mismo estoy en ese punto de mi existencia en el que todo va tan rápido que solo puedo reírme y disfrutar del momento. Porque sí, es una locura. Sí, hay días en los que me pregunto quién me manda meterme en tantos líos. Pero también sé que, cuando cruce la meta de la maratón, cuando vea que el congreso ha salido bien, cuando termine el trail de 120 km, voy a mirarme y decir:
—¡Guau! ¡Menudo mes!
Y luego, con suerte, me zamparé ese bizcocho.

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