Hasta hace unos meses, y antes de mis lesiones, siempre había entrenado mas o menos por sensaciones:

¿Estoy cansada? Entreno menos.

¿No estoy cansada? Entreno más.

¿Que sale plan chulo? Ni me lo pienso.

¿Que sale plan chulo tres días seguidos? Pues tampoco.

¿Que es todo correr? ¿O es todo bici? Pues lo que sea. Yo voy.

Nunca había entrenado series, ni llevado un orden. Ni sabía lo que era un “entreno cruzado”. Pero desde hace unos meses, como estoy preparando una prueba de 120 km (que ya son palabras mayores), decidí contar con una entrenadora personal. Una profesional que me sabe leer, me propone entrenamientos específicos, ejercicios de fuerza, movilidad… y, lo más importante: entrenos que muchas veces no me apetecen o que directamente creo que no voy a poder hacer.

Series. Cambios de ritmo. Tiradas largas después de un día en el monte. Cosas que, sinceramente, sobre todo a nivel mental, nunca pensé que serían para mí. Como correr, por ejemplo, la semana pasada, mi primer maratón de asfalto. Yo, que jamás había entrenado en asfalto. Que tuve que comprarme unas zapatillas expresamente, porque hasta entonces solo tenía zapas de montaña.

Y resulta que este finde he corrido tres días seguidos.

Una especie de prueba de fuego.

Es verdad: de lunes a jueves descansé. Bueno, descansé estrenando gravel a destajo, y combinando fuerza y movilidad. Pero desde hace muuuuucos meses no había corrido tres días con desnivel. ¿Y qué pasó?

Viernes: sensaciones bastante buenas. Fue el entreno más corto, eso sí.

Sábado: carrera. Mi primera carrera de trail desde que corrí en Broto.

¿Y qué tal?

Pues… que las piernas no tiraban con una ligereza de bailarina, para qué nos vamos a engañar.

Pero quedé de mitad de tabla p’arriba, feliz.

Aquí viene el dato curioso: en el último estirón, veo a tres chicas delante de mí.

Esto me pasa hace un año, y me pongo a hablar con ellas.

O pienso: “Bah, total, para lo que queda…”

Pero de repente mi cabeza dice:

“Ojo, que si esprintas, las pillas.”

Y claro, mi cabeza ahora sabe lo que es hacer series de 500 a tope, con ganas de morir, y con la boca echando fueguito. Mi cabeza ahora conoce ese terreno.

Así que me lanzo. Me pongo a 4’20. Las adelanto a las tres. Del tirón. Y sí, si hubiera salido con esa actitud desde el principio… bueno, quién sabe. Igual no llego. Pero igual sí.

Mejor 500 metros de gloria que quedarse con la duda.

Todo esto me hace pensar que mi cabeza está como… actualizando el sistema. Instalando nuevas aplicaciones.

Mi nueva app de “¿y si lo intento?”

Una nueva app de “no pierdes nada por forzar un poco”.

Una de “a ver qué pasa si sí lo intento”.

Y otra de “esto ya lo has hecho antes, tranquila”.

No desde un punto competitivo, ni desde el ego. Sino desde la curiosidad.

Desde la valentía. Desde una versión mía que se atreve.

Y, sinceramente, me encanta.

Gracias, Ana.

Deja un comentario

“Los diarios de Sara”, mi alter ego escritor que nació en un programa de radio.

No concibo una vida sin fuego para cocinar, libros que devorar y zapatillas para correr.

Mujer, polímata, soñadora, creativa y librepensadora.

Contacta conmigo